Italia no es considerado un país particularmente benigno con los inmigrantes y mucho menos con los negros. Los insultos racistas a los que Balotelli ha recibido durante su carrera, quizá como coraza, forjó una personalidad muy fuerte, capaz de sobreponerse a cualquier ofensa. Y un carácter, para bien o para mal, prácticamente indomable. Mourinho y el racismo se reunieron en el minuto 88 del partido que en enero de 2010 disputó el Inter en el campo del Chievo Verona. Un sector del público se había pasado el partido coreando "buuuu" cada vez que Balotelli cogía el balón. Mourinho podía haber esperado dos minutos para que su jugador se retirara del campo arropado por los compañeros. Pero prefirió cambiarlo. El público aprovechó y arreció en su abucheo racista. El delantero, sin arredrarse, respondió con aplausos de ironía. El juez deportivo lo multó (a él, no al público) con 7.000 euros. Por provocar... Meses después, jugando contra Rumanía, el delantero volvió a ser abucheado y tuvo que soportar la absurda letanía: "No existen negros italianos". Pero entonces en el banquillo estaba el seleccionador Cesare Prandelli, que tras el partido forjó una frase bella y sentida: "Abrazaremos todos a Mario porque es mentira eso de que los insultos se van sin dejar huella". Durante el encuentro entre Italia y Croacia en la Eurocopa 2012, un hincha croata le lanzó una banana al campo. El equipo croata fue multado. El principal diario deportivo de Italia Gazzetta dello Sport publicó una caricatura en la que Mario salía parecido a King-Kong subiéndose a la Torre de Londres. El periódico pidió disculpas y dijo que quería demostrar como el italiano había dominado a los ingleses en el fútbol (Italia derrotó a Inglaterra) y dijo que no habían tenido intención de ser ofensivo. Durante años, la señora Silvia fue educándolo como a uno más de sus hijos. Le fue contando que hay que ser respetuoso, tolerante con los diferentes. Que muchos otros antes que él sufrieron el acoso del racismo, del fascismo. La señora Silvia buscaba entonces un fajo de cartas escritas a mano, llenas de tachaduras de tinta azul, y le contaba una historia. Su madre "la abuela blanca de Mario" era una judía alemana. Había nacido en Breslavia, una ciudad polaca de la Baja Silesia. Durante la II Guerra Mundial, la madre de la señora Silvia llegó a Italia tras el amor de un piloto italiano, pero su familia no tuvo tanta suerte. Su hermana pequeña, de 19 años, y sus padres fueron confinados en campos de exterminio y allí murieron. Las tachaduras azules de las cartas corresponden a la censura de los guardias nazis. |